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viernes

APEGO

Cuando en 1989 llegué a la Ciudad de México, empecé a vivir solo. Por lo tanto, contraté a una señora que me ayudara a mantener limpios, principalmente, el baño y la cocina. Rosita venía todos los jueves y organizó mi ropa, el contenido de mi refrigerador y mi caótica biblioteca durante 20 años. Ayer, por motivos de edad, ella dejó de trabajar conmigo.

Ciertamente la voy a extrañar. Durante todo este tiempo Rosita desempeñó --sin ella darse cuenta-- el papel de madre ordenada y admonitoria. Papel, que, por cierto, me disgutaba, pero que yo toleraba porque sabía que Rosita no lo hacía de mala voluntad.