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sábado

TRADICIÓN

Me gustan las peluquerías que rezuman antigüedad. Cerca de mi casa hay una, atendida por tres viejecillos de, digamos, 60 años. Cuando mi barba de gambusino necesita arreglo, espero mi turno mientras finjo leer una revista. De soslayo, observo manos ancianas tijereteando cabellos obreros, limpiando cuellos de cargadores y aplicando pobres líquidos, que esparcen la simplicidad de un corte de cuarenta pesos.