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lunes

MUERTE TRANQUILA

En la época de la Revolución Mexicana se organizó una convención en la Ciudad de México. A ella acudieron tanto personas cultas conocedoras del desenvolvimiento de los sucesos como soldados analfabetos que habían sido arrastrados por la situación.

David García Berlanga era un profesor normalista que había asistido a la convención representando al gobernador de Aguascalientes. Una noche, mientras cenaba en un restaurante de la ciudad, entraron los Dorados de Villa, soldados conocidos por su temeridad y también por su pésima educación. Pidieron sus alimentos y después, como pago, querían dejar sólo un vale que posteriormente debería pagar el Gobierno Federal. David García Berlanga les dijo con vehemencia que eso no era la Revolución. Los Dorados salieron del lugar en silencio.

A la siguiente noche, llegaron los soldados con la orden de detener a García Berlanga. Rodolfo Fierro, su jefe, había decidido que "ningún catrincito" se iba a burlar de sus muchachos. Le hicieron un juicio a Berlanga y determinaron fusilarlo.   

En la mañana del fusilamiento, García Berlanga pidió, como último deseo, un puro. Y ya, frente al pelotón, fumaba su puro y la ceniza del mismo sólo se caía  cuando él, a propósito, lo sacudía. 

1 comments:

*ஐღ Mì†a ღஐ* dijo...

Gulp!

Por qué tanta cosa fea nos pasa a los maestros eh? jaja

Saludos
Arrivederci