En los años cincuenta, mi abuelo tenía una amante. Todo el pueblo lo sabía y se le criticaba en privado que él gastara grandes cantidades con la intención de satisfacer los más mínimos caprichos de la misma. Cuando la situación llegó a ser veraderamente embarazosa, mi abuela lo denunció ante el presidente municipal por faltar a sus deberes conyugales. El día de la audiencia, el principal testigo de mi abuela era el marido de la adúltera:
--¿Es verdad --preguntó mi abuela sin el menor tacto-- que mi esposo entra a tu casa para estar con tu mujer?
--Claro que no --contestó el cornudo, visiblemente ofendido-- él visita la casa porque es un excelente amigo de la familia. Los tres convivimos de manera santa y honesta.
Y sí, los tres convivían. Según datos de una informante confiable --una vecina de lengua de serpiente-- al momento de irse a la cama, los dos hombres ponían enmedio a la mujer.
2 comments:
Orale!!! y seguro la historia no termina allí.
Arango Grover, porque no escribes una novela erótico cómica, dramatica, y como se deje!?...
Es que en este párrafo, dices tantas cosas, que son una gran mezcla!...
Me encanto esta faceta!
Saludos y besos...
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